martes, 9 de octubre de 2012

Andrés y el viento alarma

Andrés me prohibió bajar los pies del sillón. Si los bajaba corría el riesgo de quemarlos en ese fuego en el que se había convertido el piso. Su trágica imaginación me puso nerviosa. Me vi abrazando mis piernas sobre el asiento, mientras él brincaba de un sillón a otro explicándome en dónde había construido puentes para evitar quemaduras. Su amigo, un pájaro celeste en patineta, había sido el primer rescatado del día. Lo puso a salvo sobre las tablas de una silla.

Entonces, le señalé el cielo y le hice ver que podríamos salvarnos del fuego si aquella nube oscura soltaba la lluvia que tenía adentro. Cuando el viento empezó a soplar, le expliqué que ese era el aviso que anunciaba al aguacero. Pero me corrigió. Me dijo que así no era, que se llamaba "viento que sopla para avisar que ya falta poquito".

Con esta memoria que tengo, tuve que preguntarle tres veces por el nombre, porque quería apresurar aunque sea a una llovizna para que apagara el fuego debajo de nuestros pies. Entonces, acordamos ponerle un nombre corto, "viento alarma".

Para cuando empezó a llover, ya habían pasado un par de horas y su imaginación ya se había mudado de mundo. Ya no había fuego ni puentes. Estaba ocupado matando extraterrestres.

1 comentario:

Marlen dijo...

Aaaaay mi Andresito lindo! Me gustó...me gustó!