martes, 23 de octubre de 2012

Lejos de aquí

Hay personas, situaciones o ruidos que amenazan con torturar mi cabeza y convertirme en un monstruo energúmeno.

Tengo solo dos opciones para lidiar con ellas: 1) Tomar esa caparazón llamada audífonos, encerrar mi cabeza ahí adentro y escaparme por un momento a otro mundo. En este punto también existe la posibilidad de tomar entre mis manos el libro de más reciente adquisición, que funciona como igual medio de transporte. 2) Enfrascarme en una batalla cuerpo a cuerpo, o en una discusión acalorada con aquel agente que osa perturbar mi paz mental o eliminar mi sonrisa.

Lamentablemente, mis fuerzas no dan para la opción dos. Llamémosle evasión, cobardía, miedo, cansancio, resignación... O bien, veámoslo nada más y nada menos como la plena confianza en que existe la Ley de causa y efecto y que, por ende, la vida le cobrará a aquel "malhechor" su cuota de responsabilidad.

Mientras la Ley entra en acción, yo intento bailar, cantar o divertirme en un lugar muy alejado de la amargura y las malas intenciones. Prometo que lo intento.

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