jueves, 3 de enero de 2013

Recomendación 5: Di su nombre


A la muerte le tenemos miedo porque la abusiva no nos dice cómo vendrá ni a qué hora. No sé si son más afortunados aquellos que saben cuánto tiempo tienen de vida, o quienes no pueden ni ver la guadaña. Al final, los afectados somos los vivos. Nosotros quedamos en este mundo renegando la ausencia, preguntándole al aire por qué y adelgazándonos un poco cada día de tanta lágrima.

De este período posterior a la muerte es que escribe Francisco Goldman, el periodista mitad guatemalteco y mitad judío estadounidense que publicó The Art of Political Murder: Who killed the Bishop? en 2007 (investigación acerca del asesinato de Juan Gerardi). Curiosamente, de una muerte violenta el escritor se volcó tres años después sobre otra, pero esta vez envuelta en una tierna e intensa historia de amor: la suya con su esposa.

Y cómo no iba a hacerlo, si la estaba sufriendo en carne propia. Di su nombre cuenta cómo vivió Goldman la ausencia de Aura. Las primeras páginas que leí de esta novela me exprimieron los ojos como trapito recién lavado. Las encontré en la Revista Gatopardo, en su edición de noviembre de 2012. Y tanto así me conmovió la historia que, uno de los primeros títulos que busqué en la abrumadora Feria Internacional del Libro de Guadalajara, fue este.

Tengo marcada casi cada página. No miento. Esto me pasa cuando me siento muy identificada con algún personaje. En este caso, con los dos principales. Cada vez que tomaba el libro en mis manos, me era muy difícil soltarlo. Yo sabía que tenía que dormir, comer, trabajar, pero no quería dejar solo al escritor en su duelo. Quería entender qué había pasado con Aura, por qué la suegra le echaba la culpa a él, cómo había sido la boda de estos dos intelectuales y escritores, qué había hecho Goldman con los cuentos de su esposa... Creo que lo terminé en tres días o en cinco... Eso no es importante.

Esta historia sirve para valorar la vida en pareja que tenemos, si es que la hay. Si la perdimos, también funcionará esta reflexión, pero además nos permitirá conocer cómo es el sufrimiento masculino, ese que no es diferente si llega a los 18 que a los 50 años de edad.

Cómo lamento no haber podido leer el libro antes de encontrarme con Paco (sí, ahora que les conté lo que me hizo sentir su novela, me siento en la libertad de tutearlo) en una charla de la FIL de Guadalajara. Hubiera prolongado su abrazo, le habría confesado sin ningún pudor las noches que lo acompañé desde mi cama, le daría mi pésame con un beso en la mejilla... No sé. Es que, lo que en realidad sucedió fue muy breve y frívolo. ¡Qué mala soy!

Una mexicana que esperaba junto a mí a Paco, y a quien le pedí favor que me tomara una foto con él, me contó que también leyó las primeras páginas de Di su nombre en la Gatopardo. Me explicó que había llorado durante su lectura y que había corrido a comprar el libro. Me confesó: "Así quisiera que escribiera un hombre acerca de mí cuando yo me muera".

No digo más. Les comparto algunas de esas palabras que marqué, pero la verdad es que les recomiendo que empiecen a leerlo. Habrá que pedirlo a Sophos porque aún no está en Guatemala.

"(...) la gente sí te mira cuando advierten que tienes los ojos enrojecidos y húmedos, y los labios torcidos por una mueca de sollozo. Me pregunto qué creen estar viendo y qué motivo imaginan para el llanto. A simple vista, una ventana se ha abierto de forma breve y alarmante."

"¿Había sido mi destino entrar en la vida de Aura cuando lo hice o me metí donde no debía y torcí su camino predestinado?"

"Ése es el lugar donde íbamos por hamburguess y unas copas ya tarde por la noche, ése el lugar donde íbamos por el brunch y aquél el-restaurante-en-el-que-siempre-peleamos. Caminar por estas calles es ahora eso: nombrar en silencio cada una de las paradas."

"(...) a veces vaciaba todo un cajón sobre la cama y me tumbaba sobre la ropa boca abajo. Sabía que en algún momento tendría que deshacerme de estas cosas (por lo menos de su ropa), que allá afuera había alguien que no podía costearse un abrigo completo y cuya vida sería más soportable con él (...) Pero aún no estaba preparado para dejar ir nada."

"¿Qué pensaste sobre esa larga noche, mi amor, mientras yacías ahí muriendo, con heridas tan terribles como las de cualquier soldado en una guerra, y totalmente sola? ¿Me culpaste? ¿Pensaste en mí con amor al menos una vez? ¿Pudiste ver o escuchar o sentir cómo te quería?"

"Esta idea convierte la muerte de Aura en algo que nunca dejará de suceder, como si el absurdo ventilador de la oficina del ministerio público dispersara su muerte en el universo por siempre, como si el sol y las luces del mundo fueran ahora como la luz de esa oficina y rechinaran frenéticamente sobre la tierra, durante la noche y ante mi vista, sin importar que mis ojos estén abiertos o cerrados."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo lo quiero leer!!! Con eso q ando chillona... Me lo disfrutaré mucho!!

Wendy García Ortiz dijo...

¿Quién sos?