sábado, 19 de abril de 2014

La lluvia en el desierto

Aquí llueve una o dos veces al año. Yo estuve en una de esas veces, que duró un par de días, y casi paralizó a una ciudad desacostumbrada al agua. Arrastró arena, creó ríos del color del café con leche, y generó enormes charcos que nunca tuvieron a dónde ir, más que de regreso a las nubes. Esa vez, en septiembre del año pasado, hubo tormenta eléctrica y viento y susto.

Este año, en cambio, he experimentado dos promesas de lluvia que se esfuman en un par de minutos. Y yo brinco de la alegría, cuando empieza a gotear, y corro a la ventana a ver caer el agua -o el granizo-, y cuando saco mi cámara para registrar el momento, el momento ya se fue.

Sí... extraño ver, oler y oír llover. Afortunadamente faltan apenas dos o tres semanas para estar cerca de la lluvia otra vez.

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