lunes, 19 de agosto de 2013

El libro marcado

De mi vida colegial y universitaria recuerdo a muy pocos maestros; los más recurrentes en mi memoria son aquellos que me hicieron o dijeron algo feo. Como aquella señora de quinto primaria que, ante mi negativa de usar las calcetas altas, me aseguró que mi tobillo quedaría para siempre marcado con una "grada", por insistir en llevar las calcetas dobladas. O aquella otra que castigó a mi hermana Karina el día de su cumpleaños número 8 por no llevar el uniforme, sino el "estreno" que le compraron mis papás. Y, ya en la Universidad, mi asesora de tesis que nunca respondió mis llamadas después de haberle entregado el borrador.

Fue hasta el año 2009 que mi mala racha terminó. Conocí a la escritora Gloria Hernández, cuando ingresé a su Taller de Escritura Creativa. De manera sutil, sin prisas, ni más instrucciones que hacerle caso a lo que revoloteaba adentro de mí, pudo guiar mis garabatos hacia la ficción. Apenas unas semanas después, al leer uno de mis relatos cortos, me anunció: "quiero publicarlo". Todavía no puedo leer en voz alta ese cuento sin que se me quiebre la voz, por todo lo que representa en mi vida: se estaba cayendo el miedo, la incredulidad, y se empezaba a construir la fe en mí misma.

Hace algunos días recibí de Gloria otro regalo. Ese gesto lo recibió de su propio maestro, el recientemente fallecido escritor Marco Antonio Flores y ella lo replicó conmigo. Es un libro marcado; uno que me será de mucha utilidad. Se titula "La escritura como búsqueda". ¡Quién mejor que ella para saber lo que me puede servir en este mundo de las letras! Y lo más importante es que tiene sus subrayados, sus observaciones, su letra escrita con la emoción del momento en que leía.

Este libro marcado, no sólo dejará huella en lo académico, sino también en lo personal. Hay marcas que me hacen sentir identificada con ella. Confieso que en muchas ocasiones me vi reflejada en las anécdotas que contaba, en sus miedos, sus recuerdos, sus descubrimientos, su historia de amor...

Tengo tanto qué agradecerle a Gloria, mi maestra y amiga, que no podía dejar de escribir acerca de ella en esta pequeña colección de alegrías.