jueves, 5 de septiembre de 2013

Empezar de cero

Uno vive la vida armándose y desarmándose muchas veces. El ser humano tiene esa increíble capacidad de volverse a construir después de los asaltos más salvajes. ¿Y entonces por qué no iba a poder yo?

Pienso en eso, ahora, porque me encuentro frente a la octava mudanza, en trece años. He vivido en casas y edificios antiguos del Centro Histórico de Guatemala, con mi familia, sola, con algunas amigas... Y cada vez que lo he hecho ha sido con el objetivo de estar mejor, ya sea económica o emocionalmente, pero siempre he perseguido ese propósito. Las veces que no lo logré, simplemente volvía a comenzar un nuevo proceso de retirada.

En esta ocasión la gran diferencia está en que, no tengo muebles para trasladar en el picop de mi amigo Jorge, ni bolsas de ropa qué meter en mi carro (lo vendí hace dos meses). No tengo a mi bicicleta cerca, ni tampoco mis trastos, mi refri o mi estufa. Mis sobrinos ya no están al alcance de un timonazo, ni mis papás a la vuelta de un almuerzo. Mis hermanas no pueden compartirme sus penas y aventuras por teléfono. El shitzu que me divertía con sus ocurrencias diarias tampoco pudo acompañarme... Empiezo a vivir en una ciudad fronteriza, lejos de todo lo familiar y de todo lo mío; donde se habla otro idioma, rigen otras leyes, las distancias son más largas para el peatón (se miden en millas y no en cuadras) y se respira otro aire (el acondicionado).

Afortunadamente no siento miedo. Nervios, sí, pero de aquellos que se experimentan cuando se empieza la relación con un novio: hay mucha ilusión y alegría detrás de ellos.

Estoy empezando de cero. Y esta aseveración, en cuestión de días, también se referirá a mi cuenta bancaria. Pero ¿saben qué? no hay nada como disfrutar esta sensación de haber sobrevivido y compartirla para ayudar a construirme de nuevo.